Dunquerke: Nolan regresa por tierra, mar y aire.

Tras la muy pretenciosa pero fallida Interstellar, y debido a su intención de emular a Stanley Kubrick dejando su sello en cada género cinematográfico, Christopher Nolan se ha atrevido con el cine bélico en su última película, Dunquerke.

En mayo de 1940, en plena invasión relámpago de Francia (y Holanda y Bélgica) por parte de la Alemania nazi, casi 400.000 soldados aliados quedaron embolsados en torno a la localidad costera de Dunquerke. Estamos ante uno de los episodios más controvertidos de la II Guerra Mundial, que aún es objeto de debate entre historiadores. ¿Por qué los nazis no «acabaron el trabajo» y capturaron o eliminaron a gran parte del ejército británico?.

Para muchos, de haberlo hecho, el curso de la guerra y el de la historia del mundo, hubiera cambiado. Pero estas especulaciones no son del interés de Nolan. El director británico ha escogido este episodio histórico para mostrar una colección de secuencias acerca de la angustia permanente. Y lo hace de forma brillante, aunque incurriendo en todo lo que le caracteriza como realizador de éxito, manías de divo incluidas.

Tras el periplo espacial de su anterior film, Nolan vuelve a la tierra, al mar y al aire. Los tres elementos son los tres mechones con los que decide trenzar la historia de «Dunquerke». Siempre buscando una manera distinta de narrar, cada una de las tres historias están circunscritas a un lapso de tiempo distinto: tierra, la playa de Dunquerke, una semana. Mar, las aguas del canal de la Mancha, un día. Aire, los cielos sobre el canal, una hora.

Con el decurso del metraje, las tres historias y sus distintos plazos temporales se entrelazarán de manera eficaz, siempre apoyadas en un lenguaje visual que casi borra a los actores para dejar el sitio central a la labor del director. En ninguna otra de sus películas como esta, Nolan reclama para sí el centro de la atención del espectador de un modo tan evidente. Los diálogos son casi mínimos, pero tampoco se echan de menos. Podrían haber aportado más hondura a algunos personajes, pero hubieran desplazado la relevancia de los hechos narrados. Nolan trata de hacernos ver que él es objetivo. Que se limita a mostrar una ristra de verdades descarnadas, sin opinar sobre ellas a través de las reflexiones de los personajes.

Dunquerke. Nolan.                                                          Evacuación de tropas aliadas en Dunquerke.

Pero la objetividad completa nos está vetada a los humanos. Muchas críticas, sobre todo en Francia, acusan a Nolan de mostrar un punto de vista exclusivamente británico (una acusación fundada pero que es ingenuo convertir en un reproche a un director británico que decide usar a sus paisanos como vehículas narrativos).

Efectivamente, de los casi 340.000 soldados evacuados de Dunquerke hacia Inglaterra, más de 100.000 eran de otras nacionalidades distintas a la británica (franceses en su mayoría pero también holandeses, belgas y un rosario de combatientes de distintas naciones del Imperio Británico).

Todos son prescindibles en el teatro infame de la guerra, en el que la única protagonista es la guerra misma.

Nolan no pretende, y por tanto no debe exigírsele, hacer un documental. Ha elegido un escenario y unos hechos concretos. No miente en lo que escoge mostrar, aunque para algunos el no enseñar otras partes de la realidad es aún peor que mentir. Pero abordar todas las facetas de aquellos días de mayo, en los que la última barrera contra el totalitarismo estuvo a punto de capitular, sobrepasa las posibilidades de cualquier película con un metraje convencional.

Por momentos, la película cede en su partitura principal para devenir en una colección de secuencias angustiosas que Nolan comete el pecado de alargar demasiado (error este en el que viene incurriendo en sus últimas películas). Son partes del metraje en las que el film se desliza hacia el género de suspense. Y aún en estas secuencias, Nolan supedita la interpretación de los actores a la siempre eficaz banda sonora del sempiterno Hans Zimmer, a un diseño de sonido excepcional que te imbuye en las escenas a veces más y mejor que las imágenes y a una deliberada búsqueda de la desorientación del espectador.

Esta última sensación está minuciosamente conseguida. Por ejemplo, en las secuencias de luchas aéreas entre aviones enemigos. También en las secuencias de hundimientos de barcos, rodadas magistralmente. El director logra que tanto en tierra, como en mar como en aire, nos sintamos vulnerables, presos de la total incertidumbre que acecha al soldado derrotado que sabe que la muerte le aguarda tanto en el avance inexorable del enemigo como en la arriesgada evacuación que es su última esperanza.

Todos los personajes son secundarios. Nadie tiene un papel principal. Este es uno de los grandes aciertos de la película. Todos son prescindibles en el teatro infame de la guerra, en el que la única protagonista es la guerra misma.

Dunquerke, Nolan.

                                      Filas de soldados aliados en la playa de Dunquerke, aguardando la evacuación.

Hacia el final de la película se destila el predecible patriotismo. El hogar viene a buscarte cuando tú no puedes regresar. El gobierno de Churchill requisó embarcaciones privadas y solicitó ayuda a miles de marineros y dueños de buques deportivos, recreativos, de pesca menor, para que con su calado mucho menor que los buques de guerra pudieran acercarse a la playa de Dunquerke. Los muelles de la ciudad francesa estaban inutilizados por los bombardeos y tan solo un par de espigones quedaban operativos, pero a merced de la puntería de los Stukas alemanes.

Acerca de Dunquerke se están sucediendo las críticas exageradamente positivas, que incluso hablan de que recibirá el próximo Oscar a la mejor película. El tiempo dirá si es la mejor película del año. Lo que parece claro es que Nolan ha construido una película con un envoltorio minimalista pero un núcleo grandilocuente, buscando de nuevo su sitio de gran director, al que quiere volver por tierra, mar y aire.

Anuncio publicitario
Publicado en Crítica | Deja un comentario

Miradas

 

—No me mires así.

—Así, ¿cómo?

—Así —insistió sin más explicación mientras se apagaban sus jadeos. Recostada sobre el costado derecho, con sus cabellos aún desordenados, me pareció detectar una chispa de tristeza en el fulgor de su mirada.

—¿Y cómo quieres que te mire? —Pregunté sonriendo.

—Así no.

Deshizo el puente que unía nuestros ojos, acercándose y descansando su cabeza en mi hombro izquierdo. Mi mano aún ceñía el istmo de su cintura, sintiendo cómo su respiración regresaba al estado de reposo. Dejó descansar un antebrazo sobre mi vientre, con la palma de la mano hacia arriba. Creí que debía restaurar la complicidad y le pregunté si quería beber algo.

—No.

El monosílabo sonó a eco distante y como la respuesta tímida de un extraño recién llegado. No supe qué más decir y llevé mi mano desde la cintura a sus cabellos, acariciándolos como horas antes. Se dejó hacer; quieta, sin procurar ninguna respuesta que mostrara satisfacción. El fuego que nos había consumido empezaba a parecer más lejano que el recuerdo, más propio de  un espejismo.

—No deberías mirar así a nadie, Marcos.

El uso de mi nombre fue como un disparo. Aquellas siete palabras se precipitaron sobre la habitación como los martillazos de un juez implacable y dejaron tras de sí un silencio tan tirante que su vibración parecía oírse. Como un chiquillo reprendido centré mis ojos en un ángulo de la estancia, donde dos paredes convergían con el techo. Los estertores danzarines de la última vela superviviente a nuestra velada dibujaban sombras y penumbras agónicas sobre aquel rincón. La llama de la vela murió y nos asoló una oscuridad que semejaba la perfecta representación visual del silencio.

Su cuerpo se enfriaba y su desnudez no respondía a las leves caricias de mis manos, que habían perdido la audacia de solo unos minutos antes. Se levantó sin decir nada y caminó descalza por mi dormitorio. Escuché que cogía algo antes de encerrarse en el baño. Procuré no prestar atención a los sonidos del otro lado de la puerta y dejé que mi calor, que hasta hacía nada había sido también el suyo, se evaporara en aquella negrura que me envolvía como una mortaja.

Cuando salió del baño dejó la luz encendida y pude ver que estaba vestida. Se sentó en mi butaca para calzarse sus botas de tacón y mientras las acomodaba habló con indiferencia, casi como si pensara en voz alta sin esperar ser escuchada.

—Mañana tengo que madrugar…

—Es domingo… —respondí automáticamente, y al momento me di cuenta de mi torpeza.

—He de ayudar a mi hermana a arreglar unas cosas en casa.

Valoré la posibilidad de hacer alguna broma: comentar lo insano que me parece dedicar un domingo al bricolaje, por ejemplo, o lo bien que combinaban mis cortinas con su vestido tirado en el suelo de mi habitación. Pero sentí que todas las risas que teníamos destinadas a compartir se habían agotado.

—¿Quieres que te lleve?

—No, deja, aquí al lado hay una parada de taxis.

—¿Te acompaño hasta el ta…?

—No te molestes, llego en dos minutos.

—No es ninguna molestia.

—Gracias, no hace falta.

—Como quieras —apenas susurré.

Miró hacia su alrededor, desentrañando los rincones de la habitación.

—Tu bolso está al lado del ordenador —dije, y yo mismo me sorprendí de la rudeza con la que sonaron mis palabras. Se me quedó mirando, quieta, con la luz del baño a su espalda, recortando su silueta negra sobre un resplandor naranja apenas filtrado por los visillos de sus cabellos. Aquella luz caía sobre mí y ella podía verme pero yo no podía diferenciar sus ojos, el gesto de su rostro, nada, solo su presencia clavada en el suelo. Finalmente se movió con un leve taconeo y asió su bolso. En aquel ángulo, la luz le alumbró la mitad de la cara, que ya había perdido el arrebol que el éxtasis compartido encendió en sus mejillas. Sus facciones, o la mitad de ellas que pude ver, estaban congeladas, casi hieráticas.

—Oye… —dije—… si he dicho algo que te haya molestado…

—Nada. Solo que no es bueno que hagas eso.

—¿El qué?

—No es por mí, que conste. Es al revés, es por ti, para protegerte.

Me incorporé apoyándome sobre los codos e intentando descifrarla.

—No soy como piensas —continuó—. Es lo mejor para ti, créeme.

—Vale, como quieras — crucé los antebrazos bajo mi nuca y me recosté sobre ellos simulando indiferencia. Escuché una leve espiración nasal de ella, como la que soltamos a veces cuando sonreímos. Me di cuenta de que había hablado mi orgullo, más con mi gesto que con mis palabras. Recordé aquellos versos de Bécquer: <<Habló el orgullo (…) y la frase en mis labios expiró>>. Lo que fuera que ella quisiera explicarme se quedó en su interior.

—Bueno… Pues ya hablaremos, ¿vale? —hizo un gesto con la mano, como un saludo mecánico y desganado. Yo respondí apenas con un ruido gutural de aprobación y elevando la barbilla y vi su silueta recobrar tridimensionalidad al pasar frente a la puerta del baño y luego disolverse en la negrura más allá del inicio del pasillo. Su taconeo llegó hasta la puerta del piso y, al salir, la cerró dejando tras de sí de nuevo aquel silencio vibrante y una quietud mortuoria.

L’esprit de l’escalier me asaltó al poco tiempo. Pensé que cuando me pidió que no la mirara “así”, debí decirle que no había nada más interesante que mirar en veinte mil kilómetros a la redonda. Cuando dijo que pretendía protegerme, tuve que replicarle que a veces el riesgo es lo que nos hace sentir vivos.

Agarré mi móvil y accedí a la aplicación de mensajería instantánea. Pensé en mandarle alguna frase mensaje para dejar constancia de lo bien que lo había pasado, para intentar que el resto de la noche no quedara empañada por el final. No se me ocurrió nada ingenioso mientras leía las frases de nuestra última conversación aquella tarde:

<<—¿Te recojo a las seis?

—A las seis, ¿no es un poco pronto para cenar?

—Para cenar sí, pero para empezar a pasar tiempo contigo es incluso tarde.

—¡Oh! Vas a hacer que me ruborice…

—Espero que sí…

—¿Pretendes hacerme sentir incómoda?

—¿Incómoda? Todo lo contrario, créeme.

—Pues tendrás que esforzarte, puedo llegar a ponerme muy muy exigente.

—Eso espero: me encantan los retos.>>

Hacía tan poco de aquello y parecía ya tan lejano. Dejé el teléfono y procuré dormir, confiando en que a la mañana estaría más ocurrente. Los minutos dejaron paso a las horas y antes de lo que me hubiera gustado llegó el amanecer, colándose entre las rendijas de la persiana como tablillas de plata rasgando la negrura. Me levanté y me di una larga ducha caliente. El vapor me envolvió con los últimos restos del olor de su cuerpo y su perfume.

Tras un desangelado desayuno, con cierta aversión me acerqué al móvil y volví a acceder a la ventana de nuestra conversación. Vi que ya no podía comprobar si estaba en línea ni la hora de su última conexión ni la foto de su perfil. Asumiendo lo que eso suponía, el orgullo herido dejó su sitio a la sensación de la oportunidad perdida y luego, al vacío de la incomprensión.

Cerillas-amantes

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

Interstellar, ¿la peor película de Christopher Nolan?

Interstellar, ¿la peor película de Christopher Nolan? 


Un melodrama familiar, una distopía apocalíptica, un aventura épica de ciencia-ficción, una reflexión sobre el tiempo y el amor, un discurso metafísico que incursiona en el thriller, una superproducción hollywoodiense, cine de autor con pretensiones cientificistas y resonancias religiosas, un homenaje a Kubrick y a Borges… Todo esto es la novena película de Christopher Nolan.

El cineasta londinense nos ha regalado maravillas como Memento, intensos filmes como «The Prestige» o «Inception» y la muy exitosa trilogía de «El caballero oscuro» que alcanzó su cénit en la segunda entrega y mostró algunas flaquezas de guion en la tercera.

Interstellar es una película de una ambición ciclópea, diseñada por Nolan y su hermano menor Jonathan (su frecuente co-guionista) para abrumar al espectador a nivel visual, emocional y argumental. Logra lo primero, aunque hoy en día eso es una cuestión de producción y dinero invertido; apenas logra lo segundo gracias a buenos pero esporádicos momentos de gran calidad actoral y, en mi opinión, fracasa en lo tercero.

Da la sensación de que, pagados de sus éxitos anteriores, los hermanos Nolan hayan bajado su nivel de autoexigencia en cuanto a la minuciosidad y coherencia de sus guiones. Es complicado describir los agujeros de la historia sin precipitarse por una catarata de spoilers y desentrañar el guion a quien no haya visto la película, pero vamos a intentarlo.

Los once principales motivos por los que Interstellar es un producto fallido. 

-El punto de partida de la historia es prácticamente increíble. Aunque podemos colegir que la narración se inicia hacia mediados del siglo presente, nos explican que la Humanidad ha renunciado a la tecnología (ni siquiera hay teléfonos móviles). La insuficiente explicación en boca de un personaje es que «no nos hemos quedado sin televisores sino sin comida y por eso no necesitamos ingenieros sino granjeros». Y con ese simplón punto inicial, el protagonista, ingeniero y otrora el mejor piloto de la NASA es «condenado» a cultivar maíz como se hacía 100 años antes, con la única diferencia de unas cosechadoras automáticas que él mismo programa (y que no queda claro por qué se vuelven locas en un momento dado).

Es simplemente inadmisible que ante una hambruna global la Humanidad renuncie a la tecnología en vez de utilizarla para combatir las penurias y multiplicar la productividad, como se ha hecho desde que nos convertimos en agricultores.

-Si la NASA (o su heredera) tiene un proyecto de salvación de ese mundo crepuscular, es increíble que no contaran con el protagonista antes, y que este se vea incluido en el proyecto porque las instalaciones estaban a un viaje en coche de su granja. Lo lógico hubiera sido que hubieran recurrido a él, máxime cuando no tenían piloto para el viaje.

-Las filias y fobias de algunos de los personajes son de quita y pon. La relación paterno-filial oscila de modo absurdo, siendo inaceptable la última escena entre ambos personajes, que conlleva una incoherencia absoluta con lo que se nos ha explicado que ambos son el uno para el otro y sienten el uno para el otro. Si la necesidad de reencontrarse es la que vertebra el hilo emocional de la historia, el final propuesto es un tiro en el pie que se dan los guionistas a sí mismos y un insulto al intelecto del espectador.

-Esta película presume de ser la que de modo más realista se ha aproximado a la ciencia (sobre todo a las teorías relativistas de Einstein), pero tenemos que «soportar» con que entre la tripulación del viaje más importante de la Humanidad, haya alguien, a quien se supone una mente científica privilegiada, que se descuelgue con un argumento tan propio de una novela de Paulo Coelho como «el amor es la única fuerza que puede viajar entre las dimensiones del universo». Pero si eso es indignante, más lo es que en el descabellado final ese principio cursi y superficial se erija en resolución del mejunje argumental.

-En el funcionamiento de los artefactos necesarios para el viaje, hay varias incoherencias (por ejemplo, necesitan cohetes con tanques enormes repletos de combustible para salir de la gravedad terrestre pero pueden escapar de planetas con más gravedad que la Tierra «apretando el acelerador» de una nave diminuta) y disparates (la mecánica de Newton y la navegación orbital ante objetos de grandes masas se ven mancilladas, cuando no simplemente liquidadas).

-Se usa de manera indistinta los términos «agujero negro» y «agujero de gusano». La incursión en el primero de los planetas a explorar carece de sentido teniendo en cuenta cómo el particular discurrir del tiempo afecta al astronauta que quieren rescatar, algo que deberían haber valorado antes de descender a ese planeta.

-¿Puede haber un vasto océano de solo medio metro de profundidad donde haya olas altas como montañas? ¿Y nubes congeladas que flotan como si fueran un techo permanente? Incluso aunque una peculiarísima química de fluidos extraterrestres pudiera sostener esos paisajes, no ayudan a que la película nos resulte más creíble.

-El comportamiento de los personajes de Michael Caine y Matt Damon también es incoherente con lo que se nos explica de ellos, aunque Nolan cuenta con que lo pasemos por alto alegando que ambos estaban en situaciones absolutamente extremas que deformarían el comportamiento de cualquiera. Vale. Pero de nuevo parece un ardid para hacer avanzar la historia aunque al final logre lo contrario: ralentizarla y hacerla más pastosa, menos fluida.

-La necesidad de homenajear a Kubrick lleva a Nolan a la previsibilidad y a atronar a los espectadores con la banda sonora hasta el punto de comprometer la escucha de algunos diálogos; hay momentos en los que cesa la música, repetitiva, por cierto, que el espectador agradece como un oasis de silencio en un desierto de corcheas y semifusas. En esta intención de emular a Stanley Kubrick, Nolan acaba sumergiéndose en una metafísica pretenciosa que queda muy por debajo de «2001. Una odisea en el espacio».

-Como ya hizo en «Inception», aunque en la película protagonizada por DiCaprio de modo más eficaz y justificado, el director nos hace pasar por una larguísima secuencia paralela entre los dos lugares donde transcurre la historia. Lo hace en dos ocasiones en el tercio final de la película (con la música martilleándonos sin cesar) y logra que ese recurso se vuelva manido e ineficiente para generar una tensión creciente pero previsible.

-La intención de convertir la dimensión temporal en un plano físico adicional es brillante a nivel visual (y he aquí una reminiscencia de «El alef» y «La biblioteca de Babel» de Borges) pero plagado de incoherencias con la historia. Si el tiempo puede llegar a detenerse para alguien dentro de una singularidad desnuda y puede ser recorrido a placer, quien tuviera ese poder similar al de un Dios atemporal podría realizar elecciones mucho mejores que las que se plantean.

-Cuando creemos que la película ha finalizado, aún nos quedan unos minutos de clausura, aún más descabellados que los anteriores si atendemos a la construcción psicológica de los personajes.

Para agujeros negros y de gusano, los del guion; podríamos estar sacando muchos más durante varias páginas (sobre todo si dejamos de preocuparnos por no hacer spoilers).

La película adolece de lentitud en su primer tercio, se va deformando durante el segundo y se vuelve descabellada e incoherente en el último tercio. Nolan sigue manejando muy bien la cámara, logrando planos de gran mérito visual y obteniendo una experiencia reseñable en el visionado del film, pero cuando el guion muestra tantas grietas y teniendo en cuenta que el listón de su arte lo ha puesto muy alto con sus anteriores películas, es inevitable plantearse si estamos ante la peor (o la menos buena) de sus producciones.

Publicado en Uncategorized | 1 Comentario

3 de abril: fecha de la crucifixión de Cristo.

Mañana, día 3 de abril harán algo menos de 2.000 años que en Jerusalén, fue asesinado en la cruz un hombre que pasaría a la Historia conocido como Jesús de Nazaret.


Quizá pueda sorprender afirmar esto en el día que la Iglesia celebra el Viernes de Dolores, como si hubiera adelantado una semana la fecha que se celebrará en 7 días, el Viernes Santo de este año 2009. Pero no se trata de guiarnos por el calendario lunar que utiliza la Iglesia, sino de intentar retroceder en el tiempo contando los días según nuestro calendario actual, aún sabiendo que esa manera de contar las fechas no se utilizaba durante los hechos comentados.

Independientemente de nuestra creencia o escepticismo acerca de la figura de Jesús de Nazaret (y de su naturaleza humana o divina), existen suficientes datos como para que se dé un debate auténtico sobre la fecha de su crucifixión. Si entendemos los evangelios como portadores de cierta historicidad y echamos mano de algunos historiadores prestigiosos, podemos calcular qué día (de nuestro calendario actual) fue en el que se crucificó a un personaje que acabaría siendo el más relevante de la Historia Occidental.

Los historiadores, biblistas y estudiosos del cristianismo incipiente han buceado en esta pregunta a través de tres calendarios (el judío, el juliano y el gregoriano), de las Sagradas Escrituras, de los siempre incompletos testimonios de la época y de las glosas parciales o interesadas de los historiadores del siglo I y posteriores. Además, es necesario navegar a través del hebreo, del arameo, del griego antiguo y del latín, cuando no de algún otro idioma usado por algún historiador o cronista previo a la Edad Media.

En la modesta medida de mis posibilidades y recopilando los saberes de otros, expondré someramente los motivos que llevan a muchos estudiosos a afirmar la fecha del 3 de abril como la más plausible para haber sido aquella en la que Jesús fue crucificado.

El «baile» de calendarios.

Lo primero de todo es rodear los obstáculos más evidentes:

1) Nuestro actual calendario es el gregoriano, llamado así porque fue establecido por el Papa Gregorio XIII en 1582 en sustitución del impuesto por Julio César en el año 46 a. C. obviamente, ya identificamos el 46 a. C. utilizando el gregoriano, que es lo mismo que vamos a hacer para el resto de fechas que cogemos como referencia. Dichas fechas referenciales no son discutidas hoy en día, por eso es factible apoyarse en ellas sin temor a que generen errores que se vayan arrastrando a lo largo del razonamiento y lo hagan naufragar.

2) En el calendario gregoriano se utiliza como referencia la supuesta fecha del nacimiento de Cristo (incluso para quienes no lo consideren Dios, tienen que considerarle casi omnipresente). Pero no hay acuerdo total sobre la fecha correcta de dicho nacimiento y por los estudios más fiables se considera que pudo acontecer en el año 7 u 8 a. C. Sí, parece un galimatías decir que Cristo nació en el 7 antes de Cristo.

Con respecto al primer obstáculo: el día 4 de octubre de 1582 fue seguido del 15 de octubre de 1582. Esto puede parecer que supone un desfase a la hora de retroceder el calendario gregoriano al siglo I, pero es justo al revés, dicho salto de diez días es el necesario para eliminar el verdadero desfase que durante 11 siglos fue acumulando el calendario juliano. Como vemos, 10 días de desfase en 13 siglos no supone ni un día por cada siglo. Esto significa que en el tiempo de la crucifixión, el desfase acumulado era inferior a un día, puesto que no había pasado ni un siglo desde la imposición del calendario juliano. Concretamente, el calendario juliano introduce un error de un día cada 128 años. Por tanto, entre el 325 del concilio de Nicea y el 1.582 (1.257 años) en el que entra el calendario gregoriano, hubo un desfase de once minutos por año debido al cómputo del año juliano, lo que arroja un desfase total de casi diez días.

El cálculo del desfase hay que realizarlo desde el año del Concilio de Nicea y no desde la entrada en vigor del calendario juliano debido a que ya se hizo un «ajuste» posterior a la crucifixión. Fue en el citado concilio de Nicea en el 325 d. C., donde se estableció como fecha de la Pascua cristiana el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera. De esta manera, se evitaba que la Pascua cristiana coincidiera con la judía, algo muy relevante en los primeros siglos del cristianismo donde la diferenciación con el judaísmo era vital.

Referencias bíblicas y extrabíblicas

Respecto al obstáculo número 2, aquí debemos de escoger entre pensar que los Evangelios son literatura religiosa sin carácter histórico alguno o bien pensar que sí tienen cierto rigor histórico. A día de hoy y sin existir un acuerdo pleno, hay pocas dudas sobre que muchos de los eventos narrados en los Evangelios pueden ser rastreados por los historiadores. Uno nos resulta singularmente útil: la matanza de los inocentes ordenada por Herodes el Grande para asesinar al que los judíos esperaban fuera su Mesías recién nacido (Mateo, capítulo 2).

La fuente principal la proporciona Macrobio, historiador romano del siglo IV d. C. que documenta la matanza de niños ordenada por Herodes el Grande, rey gentil (no judío) impuesto por Roma a los judíos y de quien podemos constatar que murió en el año que hoy denominamos como 4 a. C. Herodes mandó matar a los niños menores de dos años algún par de años antes de su muerte. Este dato, unido a lo que mencionaré después, abre la posibilidad de que si el niño nacido en Belén de Judea y adorado por unos extraños personajes de Oriente (y de quienes los Evangelios en ningún momento dice que fueran «reyes») y el predicador que fue crucificado tiempo después en el monte Calvario, fueron la misma persona, Jesucristo hubiera podido vivir más de 33 años.

Ahora bien, ¿cómo determinar la fecha de la crucifixión?

La Pascua judía, la pista necesaria

En los Evangelios sinópticos (Mateo capítulo 26, 17; Marcos, capítulo 14, 12-21, Lucas, capítulo 13, 18 – 30) se dice que «el primer día de los Ázimos» los apóstoles prepararon el convite que pasaría a la Historia como la «Sagrada Cena». Es un pista extraordinaria. Los judíos celebraban su salida de Egipto durante siete días en su Pascua. Por si el detalle fuera pequeño, en el evangelio de San Mateo se indica que el día de la crucifixión era la «parasceve«, es decir, la preparación de la Pascua judía (Pesaj) y anterior a un shabat. De aquí deriva la necesidad de que la crucifixión cayera en viernes y también en parte el hecho de que la festividad de la Semana Santa no tenga una fecha concreta. Obviamente, si se celebrara en una fecha determinada, no siempre coincidiría en los mismos días de la semana. Cabe resaltar además, que como Jesús y sus apóstoles seguían las tradiciones hebreas, los historiadores consideran que con mucha probabilidad, la famosa «Sagrada Cena» habría sido en realidad un «séder pascual«, esto es, el banquete pascual judío.

Al nombrar a la «parasceve«, los historiadores deducen que el día de la crucifixión no fue un viernes normal, sino el anterior a un «Shabat HaGadol» o «sábado grande» (se conmemoran los prodigios que permitieron la salida de Egipto). En los evangelios nos indica que sería el día 14 del primer mes del calendario judío (Nisán). Pero alrededor de aquellos años, sólo hubo dos «Shabat HaGadol» que coincidieran con esa fecha del mes de Nisán y ambos están bien localizados por los historiadores: el 8 de abril del año 30 y el 4 de abril del 33. Las dos fechas probables de la crucifixión son los dos días anteriores a los mencionados.

La cronología de los emperadores entra en juego

Finalmente, un historiador del siglo V, Juan Malalas, proporciona el dato decisivo en su obra «Cronografía»:

<<Jesucristo, Nuestro Señor, fue crucificado el séptimo día antes de las calendas de abril, en el mes de marzo,[…] en el año dieciocho y en el séptimo mes del reinado del emperador Tiberio>>.

El emperador Tiberio, bajo
cuyo dominado se ejecutó a Jesucristo

La mención de marzo no es problemática, pues cuando Malalas escribió, lógicamente desconocía el ajuste que más de mil años después llevaría a cabo Gregorio XIII.
Sabemos como dato irrefutable que Tiberio fue declarado César el 18 de septiembre del 14 d. C., con lo que el sumatorio de esta fecha junto al cómputo que proporciona Malalas ya nos da abril del año 33.

Hay que señalar que Malalas podría estar equivocado. Su condición de cristiano podría ser vista como un argumento en contra de su imparcialidad. Ciertamente, de ser la única referencia en juego, no podríamos otorgarle completa certeza a su testimonio. Pero sin embargo hay diversos argumentos que refrendan su aserto sobre la fecha de la crucifixión:

Juan Malalas fue un escritor antíoco del siglo V. En aquella época, ante el progresivo derrumbe del Imperio Romano de Occidente, el «cristianismo oriental» era mucho más activo teológicamente que el occidental. En la mayoría de sínodos y concilios, los obispos, teólogos y pensadores orientales suponían numéricamente una abrumadora mayoría sobre los occidentales. Es un dato relevante para entender hasta qué punto en Antioquía se hilaba mucho más fino en no pocas cuestiones que atañían al orbe cristiano, tanto más en algo tan singular y relevante como la fecha de la muerte del Salvador.

Malalas se propuso realizar una historia del mundo (empezó siendo la historia de su ciudad) y le salieron 18 tomos con el título de «Cronografía». Es una obra hoy en día no conservada íntegramente y criticada por numerosas inexactitudes y por aceptar numerosos hechos rayanos en la leyenda cuando no muy discutidos históricamente. Sin embargo, esta obra gozó de gran prestigio en los siglos sucesivos a su creación y no obstante los fallos que se hayan podido detectar con mucha posterioridad, la obra en sí supone un descomunal esfuerzo por datar numerosísimos sucesos y en no pocas ocasiones la cronología se considera muy precisa. Especialmente en lo referido a determinados temas. Y sobre todo, cuando Malalas usa como referente la Era Antíoca, sus dataciones resultan particularmente verosímiles. Esto es lo que hace que hoy en día la referencia a Jesús de Nazareth se considere cuando menos a tener en cuenta.

La astronomía como recurso para realizar dataciones

Conocemos que para datar objetos, podemos recurrir a la tecnología relacionada con lo más pequeño: los átomos. Así, el método de datación del Carbono-14 ha sido muy útil para no pocos descurimientos de arqueología bíblica. Pero para datar sucesos, es necesario recurrir a lo más grande: los astros.

Y es que por si los elementos presentados fueran poco convincentes, tenemos un dato casi sobrecogedor: el que hace referencia a las tinieblas que según los 4 evangelistas se extendieron tras la muerte de Jesús en la cruz por «toda la tierra». Probablemente se referían a todo Erets Israel, toda la tierra de Israel, aunque no hay que descartar que sencillamente magnificaran la narración con evidentes fines proselitistas.

Las interpretaciones racionalistas y naturalistas de la Biblia (aquellas que intentan encontras explicación a lo narrado sin recurrir a lo sobrenatural) descartan que dicho oscurecimiento aconteciera por causa de una tormenta de arena primaveral, ya que era un acontecimiento usual y que no hubiera causado sorpresa. También cabe descartar de inmediato el eclipse de sol, pues como sabemos, la Pascua judía conlleva la presencia de la luna llena (casi todos los Jueves Santos hay luna llena o en cuarto creciente muy cercano a la plenitud) lo que supone que el sol no puede ser eclipsado por la luna. Sin embargo, sí hubo un suceso de índole astronómica que supuso una disminución de la claridad sobre Palestina:

Y es que los astrónomos han datado con precisión inigualable que el 3 de abril del año 33 en Palestina se avistó un eclipse parcial de luna entre las 17:45 horas y las 18:39.

La influencia de la «psicosis mesiánica»

Desde hacía décadas, los judíos vivían en un permanente estado de alerta. Las expectativas sobre la inminente llegada del Cristo se habían disparado desde la dominación romana. Había numerosos motivos para que los estudiosos del Tanaj (el equivalente judío del Antiguo testamento cristiano) fomentaran esta creencia (o al menos no la combatieran) en el pueblo. El cálculo de las setenta semanas de la profecía del Libro de Daniel, conforme a determinadas interpretaciones, reforzaría la creencia de la llegada del Mesías.

Asimismo, numerosos miembros de la comunidad judía cuyo prestigio era indudable para sus correligionarios indicaban que «sentían» como muy próxima la llegada del Mesías. Eso no supondría ninguna novedad, ya que es probable que en toda generación hubiera habido personajes prestigiosos que afirmaban lo mismo. A mi humilde entender, este tipo de personajes son claramente identificables en los Evangelios en las figuras de Simeón y Ana (Lucas, capítulo dos, 25 – 46).

También cabe tener en cuenta las tensiones religiosas entre las distintas sectas judías: saduceos, esenios, fariseos, zelotes, etc, pugnaban por elevarse como los más sabios, rigurosos y piadosos de entre los seguidores de la Torá (con excepción de los zelotes que centraban su doctrina en la necesidad de liberación «nacional» judía). Ni que decir tiene que para todos supondría la confirmación de su supremacía religiosa el hecho de que el Mesías apareciera de entre sus maestros y seguidores.

La situación política de unos judíos rodeados por religiones hostiles, infiltrados por el paganismo de diversas corrientes, dominados por Roma y humillados bajo el talón de un rey al que consideraban extranjero, obligados a pagar tributos al César y con numerosos israelíes trabajando para la administración romana, debía ser algo insoportable para quienes añoraban, sin haberlos vivido, los tiempos del rey David y del constructor del templo, Salomón, linaje del cual nacería el Cristo. Debido a la desesperada postración de Israel ante sus enemigos, la esperanza en la llegada de un Caudillo—Mesías resultaba el único analgésico para muchos judíos.

Ni que decir tiene que se multiplicaron los autoproclamados Mesías, quienes siempre eran vituperados por las sectas rivales de quienes les apoyaban.

Sabiendo de la obsesión con el advenimiento del Mesías que recorría Palestina de cabo a rabo, no es difícil suponer que muchos le dieran al eclipse del 3 de abril del año 33 un significado sobrenatural. Si un autoproclamado Hijo de Dios había expirado en la cruz momentos antes, un pueblo que tan sólo en su exilio en Babilonia había contado con conocimientos astronómicos considerables, podría entender como señal divina el repentino y (para ellos) imprevisto oscurecimiento del día.

Fallos posibles de la teoría

Los puntos más frágiles de la argumentación expuesta (que no es mía, por supuesto, aunque aquí la haya compilado) son la verosimilitud del dato ofrecido por el autor cristiano Juan Malalas y la insuficiencia del dato astronómico del eclipse parcial de luna para explicar lo narrado en los evangelios.

Sobre Malalas, cabe insistir en que no se usa su testimonio como piedra angular sino como elemento auxiliar para inclinar la balanza (y no de manera definitiva) entre las dos fechas en litigio, a las cuales se llega por datos múltiples, la mayoría de ellos presentes en los evangelios o deducibles mediante cálculos cronológicos comprobables por cualquiera que muestre cierto interés y aplicación.

Respecto al eclipse y su encaje en los evangelios, es cierto que existe una posible contradicción. Hemos mencionado que la hora del eclipse fue entre las las seis menos cuarto y las siete menos veinte (aproximadamente) de la tarde. Pero en los evangelios se dice con claridad que las «tinieblas» se extendieron durante nada menos que tres horas, la sexta y la nona, esto es, el mediodía y las tres de la tarde. Dicha incompatibilidad entre la hora del oscurecimiento y su duración, no ha sido resuelta aún por los investigadores.

Podemos alegar aquí que el estudio racional de un texto con finalidad proselitista, nunca puede resultar plenamente satisfactorio. Al respecto, recordemos que en el evangelio de San Mateo también se dice que «las rocas de rajaron» y que «muchos sepulcros de santos se abrieron y estos se aparecieron en Jerusalén». Como es obvio, no hay constancia de ningún terremoto ni tampoco de la aparición masiva de cadáveres redivivos, menos aún incorruptos. La Iglesia, cuando algún suceso bíblico parece difícilmente sostenible, siempre alega que no se puede interpretar la Biblia de manera literal.

No creo que el hecho de que el eclipse de luna no explique todo lo referido en los evangelios, deba suponer un elemento de juicio en contra de la fecha del 3 de abril del 33. ¿Qué posibilidades había de que coincidiera un oscurecimiento natural en Palestina en esas fechas? Cualquier otro eclipse de luna queda lejano, y como decimos, se descartan los eclipses solares por la concurrencia con la Pascua judía.

Nuestras creencias son independientes de lo que es el entretenido juego de encontrar una fecha exacta. Sin la especulación y el encaje de bolillos imprescindible para ofrecer una fecha, no se podría rastrear la verdadera existencia de un hombre que a pesar de su importancia posterior no dejó ninguna prueba irrefutable de su existencia.

En mi humilde opinión, las posibilidades de que un predicador que obtuvo un relevante nivel de seguimiento en aquellas tierras, fuera crucificado en el Gólgota el día 3 de abril del 33 d. C. en el que los habitantes de Jerusalén y las regiones limítrofes contemplaron un eclipse de luna, son altas.

Publiqué esta entrada originalmente en 2009 en mi antiguo blog «Desde el laberinto».

Fuentes:


Joaquín Cabanillas Reguillo, «Ciencia y religión».

Mauro Strabeli, «Biblia: preguntas que el pueblo se hace».
Larry Richards, «Ciencia y Biblia, ¿se contradicen?».
Isaac Asimov, «Guía de la Biblia-Nuevo Testamento».
Victoria Robbins, «Los textos bíblicos».
Juan Malalas, «Cronografía».
Santos Evangelios.

Publicado en Cristianismo, Cristo, Crucifixión, Dios, Israel, Jerusalén, Jesús, Jesucristo, Judaísmo, Mesías., Palestina, Religión, Roma | 4 comentarios

Birdman, o la inesperada virtud de la venganza

No es ningún secreto: Hollywood se gusta a sí misma. Esa hoguera (a veces crematorio) de vanidades disfruta mirándose en espejos para admirar el brillo de su purpurina, para ensalzar los vacuos oropeles que la embellecen y, en ocasiones, para reivindicar su labor de faro del arte más influyente del siglo pasado y de lo que llevamos de este.

González Iñárritu ha perpetrado una película que es al mismo tiempo una crítica y un halago, pero sobre todo, una venganza. Por eso la ha «perpetrado», porque parece haberla rumiado con alevosía, acumulando agravios que facturarle a los críticos, a los medios y a los espectadores; porque destila cuchilladas al «star-system»; porque estira los tópicos cinematográficos y se mofa tanto de la industria que busca taquillazos con argumentos manidos y superficiales como de la crítica que presume de custodiar con celo las esencias de un arte como si fueran los arcanos de un conocimiento hermético solo apto para iniciados.

Pero hay más; en el ejercicio de devastación que nos presenta Iñárritu, se enarbola todo un discurso acerca de la tiranía de la inmediatez y la popularidad express a la que nos abocan las redes sociales. Y, por supuesto, se pone en solfa la idiocia generalizada tanto de los consumidores de contenidos de Internet y de las pantallas (la grande y la pequeña), como de los «culturetas» que se parapetan tras su afición al teatro para erigirse en reservorio intelectual de Occidente.

El personaje de Emma Stone (que borda su papel de joven abúlica reconstruyéndose tras salir de su drogadicción) nos regala un monólogo cargado de verdades acerca de la inexistencia en los mass media como sinónimo de muerte civil.

La historia que vertebra este conjunto de codazos que el director propina a sus compañeros de profesión, nos presenta a Riggan Thompson (interpretado por un Michael Keaton que ha firmado el papel de su carrera), una estrella de cine venida a menos cuyo cénit fue la interpretación de un superhéroe importado del cómic. El paralelismo entre Keaton y su personaje es parte del permanente juego de espejos de la película.

Birdman-International-Trailer (1)

Como lo es el haberle reservado a un soberbio (como siempre) Edward Norton el personaje de otro actor siempre soberbio en su talento y siempre soberbio en su vanidad, que halla contrapunto en sus problemillas de disfunción eréctil. La tensión entre ambos personajes es todo un discurso acerca de las dos maneras de enfrentarse al desafío de la interpretación. Norton es el actor sobrado de talento y vanidad («El único lugar donde no finjo es sobre el escenario», llega a afirmar). Keaton es la estrella pretérita que busca reivindicarse adaptando, dirigiendo e interpretando una obra de Raymond Carver en un histórico teatro de Broadway. Para ello tiene que sortear los problemas de la producción, la difícil relación con su hija y la madre de esta, su tendencia a comportarse como un capullo integral (por ejemplo, con su novia/amante/compañera de trabajo embarazada de él) y, por encima de todos los demás problemas, su agresivo alter ego, una especie de desdoblamiento de la personalidad que le impele a odiar todo y a todos alimentando su resquemor ante el crepúsculo de su carrera y el miedo a la intrascendencia.

Completan el plantel de personajes relevantes el agente y abogado del protagonista interpretado por Zach Galifianakis, y las actrices interpretadas por Naomi Watts y Andrea Riseborough, esta última, sufrida pareja del personaje de Keaton. Por su parte, Watts, pareja del personaje de Edward Norton, es una actriz ilusionada por su primer papel en Broadway, y por ello mismo y por las circunstancias, superada por la experiencia.

El director ha pretendido y logrado exhibirse rodando casi toda la película en un supuesto plano-secuencia que dota a las dos horas del film de una fluidez vertiginosa. Aparte de la pericia técnica demostrada, es entretenido ir buscando los diversos puntos de corte y empalme (una puerta oscura, un fundido en negro entre paredes y biombos, una exposición de la noche al amanecer, una imagen en bucle de un pasillo que aparenta continuidad gracias al ruido de un ventilador fuera de escena…).

Otra de las tensiones que aparece representada es mucho más local, y tiene que ver con la contraposición entre la costa oeste californiana, Los Ángeles y Hollywood, con su frivolidad y ligereza, con la espartana y extrema competitividad de la costa este y Nueva York, que mira desde un pedestal de superioridad (infundada o no) y cosmopolitismo a la misma industria del cine que lo ha elevado a categoría de icono urbano de nuestro tiempo.

En definitiva: «Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia» es un acto de onanismo que el cine se ha dedicado. Pero en este acto de onanismo hay sadomasoquismo, hay sangre, sudor, lágrimas y verdades como puños, envueltas en sinceras mentiras; también hay falsedades flagrantes envueltas en deshonestas verdades. Se trata de Hollywood mirándose en espejos cóncavos y convexos, jugando a deformarse para así obtener trazas de la verdad que a veces solo el arte puede desvelar. Y por eso es la favorita para los Óscar, porque si algo es cierto de todo lo que muestra la película (y muestra mucho) es el miedo, el pánico cerval del artista a no dejar una estela tras de sí.

González Iñárritu escupe ese miedo a la cara de todos, con tanta virulencia que casi puede olerse cierto resentimiento, cierto aroma a inquina atesorada y rencor punzante.

Y si logra el Óscar, Iñárritu, finalmente, habrá logrado su inteligente venganza.

Birdman-movie-poster (1)

FICHA TÉCNICA.

Título español: Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)

Título original: Birdman or the unexpected virtue of ignorance. 

Director: Alejandro González Iñárritu.

Guionistas: Alejandro González Iñárritu, Nicolas Giacobone, Alexander Dinelaris, Armando Bo.

Reparto: Michael Keaton, Zach Galifianakis, Emma Stona, Naomi Watts, Edward Norton, Andrea Riseborough.

Duración: 120 minutos.

País: EE. UU., Canadá.

Productora: Fox Searchlight.

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

SEMANA MUSICAL SOLIDARIA EN NÁQUERA

 

Pongamos que uno quiere acudir a un concierto de música clásica en pleno verano, como antídoto para sobrevivir a los rigores estivales, desde la canícula inmisericorde hasta las infames canciones del verano (como si los éxitos musicales del resto del año no fueran tortura suficiente). Desde luego, no hacen falta excusas para asistir a dicho oasis musical y olvidarse un poco del universo que nos espera afuera, con los engranajes de la inexorable rutina preparados para atraparnos.

Pero si uno necesitara una excusa para acudir, por ejemplo, porque nuestro cuñado más plasta nos conmina a acompañarle a un parque acuático plagado de feroces criaturas berreantes; o porque nuestra pareja prefiere ir a ver la última película de Cameron Díaz (lo cual de por sí ya podría ser causa de ruptura), no encontraremos mejor excusa y motivo para acudir que el que nos plantea el concierto del próximo 25 de agosto en Náquera (Valencia).

 

Com

 

 

Manuel Pérez (1977, Náquera ) es oboísta y organizador, junto a un escueto pero esforzado y admirable grupo de artistas, de la Semana Musical «Náquera Sona» y del concierto a beneficio de la asociación Aspanion (Asociación de Padres de Niños con Cáncer de la Comunidad Valenciana)».

 Manuel, ¿cómo te metiste en esta iniciativa solidaria? ¿Desde cuándo la lleváis a cabo?

En primer lugar, quisiera agradecerte, en nombre mío y de todos los que formamos Nàquera Sona, que nos ilumines con el foco de tu blog, para hacernos un poco más visibles al público.

¿Que cómo me metí en la iniciativa solidaria?, porque llegó un momento en mi vida en el que me sentí un completo inútil. Incapaz de ayudar a la gente que más quería cuando más lo necesitaban. Llegó ese momento en el que la vida te empieza a quitar a las personas que te importan, y todo se vuelve del revés. No importa cuánto tienes, cuánto sabes ni nada, sólo hay soledad y desesperanza.

En ese instante me di cuenta de que sólo tenía dos salidas, seguir cerrando los ojos y odiar al mundo por ser como es, o tratar de ayudar a otros en lo que pueda. Lamentablemente no soy médico, no soy rico, y por más que me esfuerzo ni siquiera soy muy listo. Lo único que tengo son dos cosas, buenos amigos y un título de conservatorio, y decidí que esa sería la manera en la que voy a tratar de ayudar a los demás. No porque mi título sea extraordinario, todo lo contrario, los que sí son extraordinarios son mis amigos. Gracias a ellos es posible realizar, no sólo este concierto solidario, sino todas las ediciones de la Semana Musical.

Vamos ya por la tercera edición y es la primera vez que organizamos un concierto benéfico, y estamos encantados de poder colaborar con personas tan maravillosas como las que forman ASPANION.

 

Concierto Profesores

 

¿Qué ofrece la Semana Musical «Nàquera Sona» a participantes y espectadores?

A los participantes les damos la posibilidad de conocer y aprender durante una semana de profesores de nivel y prestigio internacional, y que gracias a que comparten nuestros principios e ideario de que la cultura tiene y debe de ser un bien para todos, podemos ofertar unos precios realmente muy bajos, como ejemplo te diré que la matrícula de este año ha sido de 90 €.

A los espectadores les traemos una oferta de conciertos y de exposiciones de la mano de grandes artistas que no dudan en compartir escenario con los alumnos del curso. Todo en enclaves de una gran belleza, porque no olvidemos que Nàquera se encuentra en el centro del Parque Natural de la Sierra Calderona, y es una oportunidad única de disfrutar de la mejor música y del mejor arte al abrigo del paisaje sin igual de la naturaleza.

Y a todo el mundo le ofrecemos lo mejor que tenemos, el cariño y el afecto de todo el pueblo de Nàquera, que año tras año nos acoge dándonos todas las facilidades y ayudas para que la Semana Musical sea posible.

 

Concierto Oboe y Guitarra (1)

 

Hablemos del concierto, ¿qué les espera a los espectadores?

¡Música!, a raudales. Hemos preparado con todo el cariño un programa que abarca desde el barroco más temprano, como Marin Marais o Couperin, a la música impresionista y evocadora de Debussy o contemporánea de Reade.

Estamos convencidos que gustará tanto a los melómanos como a los que se acerquen por primera vez a la música clásica. La combinación de arpa, cello y oboe nos da una sonoridad bellísima, y el entorno las vistas que pueden hacer sublimar la música y conseguir la catarsis con el espectador.

 

Concierto Coro

 

Toda iniciativa solidaria es loable, pero, ¿crees que la combinación de solidaridad y música tiene más potencia o eficacia para la concienciación social?

Bueno, quizá hace unos años, en la década de los 80 te hubiera respondido que si. Aquel “We are the world, we are the children” hizo temblar al mundo, pero lo cierto es que hoy en día pienso que no. En la sociedad de la información en que vivimos, lo que más eficacia tiene en mi opinión son las redes sociales. Si además las combinas con iniciativas musicales pues mejor, que duda cabe, pero hoy en día, internet manda, por la gran capacidad de convocatoria y la inmediatez que tiene.

 

¿Qué otras actividades tenéis pensadas para el futuro próximo?

Este año hemos incluido dos exposiciones, una de fotografía a cargo de Juan Esteve, y otra de pintura a cargo de Encarna Arnal, hemos ampliado la oferta de cursos y de conciertos. En próximas ediciones está prevista la inclusión de representaciones teatrales, y por supuesto, seguiremos dedicando a causas solidarias nuestro concierto inaugural.

La idea de Nàquera Sona es convertirse en un festival multidisciplinar que dé acogida a las Artes, tanto pintura, escultura, literatura, música, etc. Y conseguir devolver a la sociedad toda la ayuda y apoyo que nos dieron en nuestra formación, demostrando que por mucha crisis económica y financiera que nos toque capear, la inversión en educación y cultura siempre da beneficios.

 

Finalmente me gustaría destacar que Nàquera Sona no recibe ninguna subvención ni ayuda económica de ningún tipo.

El Ayuntamiento y la Parroquia de Náquera nos ceden amable y gratuitamente los espacios para realizar las clases y los conciertos, nos ayudan en la elaboración de carteles y panfletos y en su difusión, así como en los aspectos organizativos que se nos escapan.

Nàquera Sona es posible gracias a la ayuda y al esfuerzo totalmente altruista de los profesores, asociaciones locales y de la gente que forma parte de la organización y de los que me enorgullezco de llamar amigos.

Susana, Nacho, Silvia, mamá, gracias de todo corazón. Sin vosotros no sería posible ni siquiera soñar en realizar esta locura que llamamos Nàquera Sona.

manuel_perfil

El oboísta Manuel Pérez.

 

A nuestros lectores interesados en colaborar, les informamos que en el número de cuenta ES18 2100 5722 4102 0000 6571 pueden formar parte del concierto solidario desde 5 euros.

 

Muchas gracias por tu tiempo, Manuel. Muchos éxitos y gracias de nuevo por tu esfuerzo solidario. Gente como todos los que hacéis posible Nàquera Sona sois quienes mejoráis el mundo.

Publicado en Arte, Cultura, exposición, fotografía, Nuestros artistas | Deja un comentario

«Novecento», la profundidad liviana de Alessandro Baricco

Imaginen un barco que se desliza por el Atlántico dejando fugaces cicatrices de espuma.

En el barco hay un salón de música, y en él, un piano y su banqueta, y sobre la banqueta, un hombre cuyas manos se deslizan sobre las ochenta y ocho piezas del teclado dejando perennes cicatrices sonoras en los oídos de sus espectadores.

Ese hombre es Danny Boodman T. D. Lemon «Novecento». 

El más grande.

Abrir un libro de Alessandro Baricco supone asumir un proceso de inmersión. El renombrado autor italiano no es un novelista que nos deje noqueados con una sucesión de ganchos narrativos. No es un escritor que nos anonade con descripciones minuciosas. Ni siquiera apuesta por abofetearnos con realidades trágicas como se estila hoy en día.

No le hace falta. 

Leer a Baricco supone ir sumergiéndose poco a poco en la aparente liviandad estilística de sus narraciones. En una época donde se valora a los escritores por su capacidad para impresionar al lector, él apuesta por transmitir belleza envuelta en palabras, poesía disfrazada de prosa ligera.

Sus novelas son breves, casi minimalistas; pero las huellas que dejan son profundas, como una melodía que no nos podemos sacar de la cabeza, como una sonata de piano ejecutada por Danny Boodman T. D. Lemon «Novecento», el pianista en el océano.

«Novecento» fue alumbrado por Baricco a modo de experimento. Quería redactar un texto teatral y creó un monólogo narrado por un trompetista embarcado en un buque que fatigaba el Atlántico entre Europa y América. Pero no la América de ahora, sino esa América de principios de siglo pasado (la época en la que Baricco decide instalar muchas de sus narraciones); esa América que suponía la culminación de los sueños de muchos europeos, una tierra que más que una localización geográfica era un ideal, un vergel de oportunidades y un exilio al que escaparse de lo que uno había sido o estaba destinado a ser.

En ese barco nacerá el personaje protagonista. En ese barco es abandonado por sus padres. En ese barco es adoptado por un marinero que le presta su nombre. En ese barco aprende, no sabemos cómo, a tocar el piano y en ese barco se erige en el mejor pianista de todos los tiempos. El más grande.

Novecento 2

«Novecento, la leyenda del pianista en el océano», se abre como la corola de una flor a todas las metáforas y significaciones que el lector quiera otorgarle. Puede hablar sobre el miedo al cambio y sobre la necesidad de aferrarnos a lo que conocemos. Sobre la amistad y el amor, sobre la soberbia y la humildad. Sobre la nostalgia y el temor al futuro, pero también sobre la necesidad de abrazar ese futuro sin dejar de sonreír al pasado. 

El monólogo teatral fue publicado como novela, para fortuna de los que entendemos que leer a Baricco es un pedacito de felicidad. Es un texto que se lee en un suspiro y se recuerda por siempre. En él te sumerges poco a poco, pero irremediablemente. Y llegas a anhelar el poder entender el jazz,el haber estado presente en aquel salón de música deleitándote con las notas imposibles de un pianista que no llegó a existir para el mundo oficial. Las notas de Danny Boodman T. D. Lemon «Novecento». El más grande. 

Novencento 1

Publicado en Arte, Autores, Best Sellers, Crítica, Libros, Narrativa, Reseñas | Deja un comentario

Entrevista al fotógrafo fetichista Toni Chaptom

Toni Chaptom es uno de los más destacados profesionales en el ámbito de la fotografía fetichista. Ha colaborado con varias de las mejores publicaciones especializadas como el «Magazine Von Gutemberg»,  «Secret Magazine» y «Cuadernos de BDSM», además de ser reseñado en periódicos como «El Mundo»  . Hasta el próximo viernes 14 de marzo, expone en la librería-cafetería de Lavapiés (Madrid)  “El dinosaurio todavía estaba allí”, su trabajo «Desiderium», una colección de fotos realizadas a lo largo de varios años. Esta exposición ha visto prorrogada su duración por tercera vez, lo que habla del interés generado por las fotografías que la integran.

«De entre las letras» ha tenido la oportunidad de realizar una entrevista exclusiva a este artista para que comparta con nosotros su particular modo de disfrutar la fotografía y el fetichismo.

1)  Toni, cuando te pones tras la cámara, ¿qué es lo que pretendes captar y ofrecer al espectador?

Me atrae el lado oscuro de la Dama a la que fotografío y en consecuencia busco sacar su lado más salvaje y perverso. Busco sacar a la “niña mala” que suelen llevar dentro.

Chaptom1

2) ¿Cuál fue tu periplo en el mundo de la fotografía? ¿Eras fotógrafo anteriormente y te interesaste por el fetichismo o tu interés en el fetichismo hizo que te sumergieras en la fotografía?

Siempre he tenido una indescriptible atracción por la imagen y ha sido en la fotografía fetichista donde he encontrado el nicho donde sentirme como en casa.

3)  Actualmente todo lo relacionado con el fetichismo y modelos de sexualidad alternativa, está viviendo un momento de auge y exposición pública, ¿crees que permanecerá o que será sólo una moda pasajera?

Creo que se trata de una moda pasajera que, sin embargo, revive con cierta frecuencia, animada por marcas transgresoras que la sacan a luz de vez en cuando.

4) Entre tus espectadores, ¿cuáles son las reacciones más frecuentes a tus fotografías?

Mi fotografía no suele pasar desapercibida y habitualmente, o causa atracción o un rechazo frontal. No suele haber un término medio.

chaptom2

5)  La relación entre fotógrafo y modelo es clave para el resultado de la fotografía. ¿Cómo logras crear y cuidar ese ambiente con tus modelos para lograr la autenticidad en tus obras?

Intentando establecer un vínculo que va más lejos de una mera sesión fotográfica. Digamos que es una amistad donde la cámara simplemente es el nexo que nos une.

6) En tu trabajo vemos localizaciones muy diversas: desde campiñas neblinosas hasta fábricas abandonadas o solares urbanos y azoteas. ¿Cómo escoges tus escenarios? ¿Podrías hablarnos de tus favoritos?

Mis favoritos son aquellos escenarios donde se produce un claro contraste entre la belleza de la modelo y la localización, una especie de adaptación al estilo “La bella y la bestia”.

CHAPTOM4

      «Supongo que soy uno de esos fotógrafos fetichistas              empedernidos a los que les gusta decir al mundo que mi cámara y el hombre que hay detrás de ella existen. Internet ha hecho que esta tarea sea relativamente sencilla, ya que me permite subir mi trabajo en cuestión de minutos.»

7)  Con los años que llevas dedicado a esto, seguro que tienes algunas anécdotas graciosas que puedes contarnos.

Seguramente la más llamativa es que probablemente mi calva ha sido más fotografiada que mis propias modelos porque, suelo tener detrás a toda una tropa de fotógrafos espontáneos, que no pueden evitar intentar excluirme de sus fotos. De hecho, un día tuve a toda un autobús de japoneses a mis espaldas así que probablemente soy más conocido en Japón que en España [sonríe].

CHAPTOM5

 

La fotografía, así como otras áreas audiovisuales, son parte de mi vida. Disfruto usando mis cámaras y como suele decir mi pareja, a veces me olvido del resto.

8)  Se dice que los padres quieren a todos sus hijos por igual, pero en el arte sabemos que eso es diferente. ¿Cuál es el proyecto que más satisfacciones te ha reportado?

Ese proyecto tiene nombre de mujer y no es sino mi musa y compañera Andrea Griffin, sin la cual nada de esto tendría sentido.

9) ¿De dónde sacas la inspiración para tus fotografías?

De mis propias fantasías.

chaptom

10)  Tras «Desiderium«, tu actual exposición, ¿qué nuevos proyectos tienes en mente? 

Siempre tengo proyectos en mente y en particular ahora sigo trabajando en que Desiderium se convierta en una exposición itinerante y, en la preparación de un libro muy especial del que todavía no os puedo dar detalles.

Muchas gracias por haberos fijado en mi fotografía.

Toni.

Facebook

Tumblr

Twitter

Vimeo

Flickr

Publicado en Arte, Autores, Cultura, Erotismo, exposición, fotografía, Nuestros artistas | Etiquetado , , , , , , , , , , , , | Deja un comentario

Reseña de «Monuments Men», la última película dirigida por George Clooney

¿Merece el salvamento del Arte la pérdida de vidas humanas?

La pregunta puede ser sencilla si quien arriesga la vida ha tomado su decisión de un modo más o menos libre. Pero se vuelve un entramado laberíntico de disquisiciones morales cuando es otro quien tiene que decidir sobre vidas ajenas.

El actor y director estadounidense George Clooney adapta el ensayo documental de Robert M. Edsel en la película homónima «The Monuments Men» y plantea la cuestión a lo largo de una cinta irregular y un tanto desaprovechada.

En plena II Guerra Mundial, cuando la derrota de Rommel en África permite a los aliados acosar a Alemania desde el sur de Europa (Italia) y el norte (Normandía), expertos británicos y norteamericanos intentan llamar la atención sobre una dolorosa paradoja: el avance de las tropas que se contraponen a la barbarie nazi está suponiendo pérdidas irreparables en el patrimonio artístico europeo y mundial. Surge así una iniciativa marginal dentro del ejército de los EE. UU., intentar minimizar los daños producidos por los aliados en dicho patrimonio. Pero pronto la misión conlleva un más difícil todavía: investigar y reparar el expolio artístico perpetrado por los nazis durante su ocupación de los distintos países que fueron cayendo bajo su férula.

Todo gran dictador rebosa megalomanía. Hitler y su sueño del «Reich de los mil años», lejos de ser una excepción, suponen el paradigma moderno del megalómano totalitario. Entre las muchas excrecencias estéticas de su proyecto, estaba el «Führermuseum», un complejo museístico que debería construirse en Linz y que reuniría la colección de arte más numerosa y espectacular que hubieran visto los siglos, todo para mayor gloria del líder que llevaría a la nación alemana a su supuesto destino natural, el dominio del mundo.

ImagenHitler ante la maqueta de uno de sus proyectos megalómanos.

Para nutrir las numerosísimas galerías, salas y pasillos del que sería el museo por antonomasia, la Wehrmacht, las SS y toda la burocracia del edificio nacionalsocialista debían colaborar expurgando las mejores obras de arte diseminadas en la Europa ocupada, trasladarlas a lugares seguros hasta el advenimiento de la victoria final y regalarlas al Führer cuando la esvástica fuera el símbolo del nuevo imperio mundial.

La derrota en la guerra partió Alemania (y Europa), y se llevó por delante al nazismo como movimiento organizado, la vida de Hitler y el faraónico proyecto de su museo. Pero el mayor expolio de arte de la Historia hubiera resultado exitoso en casi su totalidad de no ser por un hecho sin precedentes en cualquier conflicto bélico: por primera vez, los ejércitos victoriosos (con la notable excepción de los soviéticos) renunciaron a parte del botín y diseñaron una arquitectura burocrática destinada a devolver las obras de arte a sus lugares y dueños previos a la guerra.

Con estos mimbres históricos y un reparto de lujo que muestra su tirón como aglutinador de estrellas de Hollywood, Clooney nos ofrece su cuarta película como director. Sin embargo, el film promete sin acabar de cumplir, amaga sin terminar de explotar las muchas posibilidades que tiene su guion. En el primer tercio de la película el espectador parece estar esperando que suceda algún punto de quiebre (algo bien fácil teniendo en cuenta el escenario bélico en el que los personajes están inmersos) y por momentos la película parece estancarse, o aún peor, decidirse por una narrativa ligera, como si se tratase de una sencilla historia de aventuras de unos cuantos personajes bienintencionados y sin mucho fondo, que pasean por una hermosa pero desvencijada Europa donde el atrezzo de la guerra forma parte del paisaje asumido como normal. Quizá fue una apuesta narrativa para lograr mayor contraste cuando las historias de los protagonistas empiezan a complicarse, pero en ese primer tercio de la película, muchos espectadores ya se habrán construido un juicio negativo de la película. La siguiente fase de la cinta parece que sólo guarda un as en la manga: lograr inquietar al espectador poniendo en apuros a los protagonistas. E incluso esos apuros y sus resoluciones resultan decepcionantes.

Imagen

La Madonna de Miguel Ángel, una de las piezas clave en la película.

Al parecer, la falta de tensión se debe a la intención del director de ser escrupulosamente fiel a los hechos históricos, lo que supone restar espectacularidad a muchas de las situaciones narradas. Pero no se entiende que, con el gran presupuesto manejado, se haya escogido una estética visual que renuncia a la grandiosidad de paisajes y tomas (se echa en falta una dirección fotográfica que deje su huella) en una Europa humeante. La secuencia del (relajado) desembarco en Normandía o la llegada al castillo de Neuschwanstein posibilitaban un mayor lucimiento estético.

Cabe destacar la secuencia de Bill Murray en la ducha (no se asusten) mientras escucha la reproducción de un vinilo con un mensaje de navidad de su familia, probablemente el mejor momento actoral de toda la película. También está espléndida en su papel Cate Blanchet, la experta parisina en arte, acusada de colaboracionismo con los nazis. Lamentablemente, su personaje está poco explotado, además de que su tensión con el personaje de Matt Damon (muy plano y soso durante todo el filme, incluso cuando su vida está en juego) resulta superficial y manejada con simpleza.

Clooney y Goodman se limitan a estar correctos, y algo más destaca el oscarizado actor francés Jean Dujardin. Los villanos, por su parte, pese a sus enormes posibilidades, son directamente desaprovechados, cuando no ninguneados por la trama.

El desenlace de la película, si bien gana en sobriedad según avanza, es de nuevo deudor de esa morosidad con la que toda la cinta parece dirigida. La secuencia final ante una obra de Miguel Ángel y respondiendo a una pregunta de todo un presidente de los EE. UU. sí me resultó muy acertada y carismática.

En esta secuencia final se pretende dar una posible respuesta a la pregunta con la que he iniciado esta reseña. Sin embargo, esa respuesta no es única, y varía según quién haya de darla. En Normandía, se muestra a un joven coronel irritado con los protagonistas y esgrimiendo el irreprochable argumento de «No pienso escribir a una madre diciendo que su hijo ha muerto porque no quisimos bombardear un campanario».

El personaje de Clooney, el jefe de los «Monuments Men», por su parte razona que si la guerra, aunque resulte victoriosa para los aliados, supone la desaparición de ingentes obras de arte, la barbarie habrá vencido aún siendo derrotada. El arte se convierte bajo este prisma, en lo que define al ser humano, en su legado por encima de los hijos y los nietos. Las obras del ser humano serían así su ultima ratio, su razón de ser y fin último. Pero, ¿quién podría escoger salvar antes la «Mona Lisa» que a otra persona, máxime si es alguien querido? 

No hay una resolución fácil a la pregunta de si salvar el arte justifica arriesgar vidas ajenas. La única decisión es la que cabe sobre la propia vida y será una valoración tan subjetiva que especular que nuestra decisión personal es trasladable a la voluntad de otros, resulta absurdo. Pero la guerra es el encumbramiento del mayor de los absurdos, donde cualquier decisión, por lógica que sea, por obvia que parezca, entraña ya una porción de absurdez, una dialéctica emponzoñada por la lógica ilógica de la guerra. Si el Arte nace del Hombre y éste es menos Hombre si renuncia al Arte, podemos razonar también que la mayor obra de arte será salvar vidas, y que Miguel Ángel, Velázquez, Rodin o Shakespeare, son artistas de una calidad muy inferior a la de la humilde enfermera que salvó vidas en la retaguardia del campo de batalla, la del químico que sintetizó un nuevo desinfectante contra la septicemia o la del doctor que amputó un miembro evitando que la gangrena asesinara a un mutilado. En la «lógica» de la guerra y en la fragilidad de la paz, un muñón puede suponer una obra de arte superior a una catedral gótica y una cicatriz, un trazo que entrañe más hermosura que la partitura de una ópera de Mozart.

Imagen

TÍTULO ORIGINAL: «THE MONUMENTS MEN».

Director: George Clooney. 

Guion: George Clooney (adaptación a la pantalla), Gran Heslov, sobre un ensayo y documental de televisión de Robert M. Edsel.

Reparto: George Clooney, Matt Damon, Bill Murray, Cate Blanchet, John Goodman…

Productora: Sony Pictures Entertaniment.

Publicado en Arte, Cine, Comentarios, Crítica, Reseñas | Etiquetado , , , , , , , , , , , , , , , , | Deja un comentario

Goyo Jiménez en «Al fin solo», carcajadas garantizadas

¿Por qué las mujeres contestan con un «nada» ostensiblemente falso cuando, ante su visible irritación, se les pregunta qué les pasa? ¿Por qué los hombres gritan cuando se ven superados por una discusión de pareja?

Quizá haya quien crea que sabe responder a éstas y muchas otras preguntas acerca de las tortuosas complicaciones de la vida en pareja. Pero la verdad, la única e hiriente verdad, es que no tenemos «ni p*ta idea». Afortunadamente, podemos contar con la guía de un gurú como Goyo Jiménez para esclarecer nuestras mentes. Pero no creamos que Goyo nos habla ensoberbecido desde un pedestal de éxito, sino que lo hace desde sus fracasos sentimentales y desde su aceptada inferioridad con respecto al sexo opuesto.

Desde primeros de febrero, Goyo Jiménez ofrece, en el Teatro Callao City Lights del centro de Madrid, su tercer espectáculo-monólogo, titulado «Al fin solo». Aunque lleva un par de años representándolo por todo el país llenando teatros y palacios de congresos en las ciudades visitadas, este show no había llegado a la capital de España.

Jiménez ha conseguido encaramarse al puesto oficioso de mejor monologuista de nuestro país. Primero incendió la red con sus desternillantes críticas al «american way of life» en una secuencia de monólogos que reunió en su primer espectáculo «Aiguantolifinamerica». Después ensambló un crisol de temas en su segundo monólogo de larga duración, titulado «En verdad os digo». Ambos fueron representados durante años en «La chocita del loro» de Gran Vía en Madrid y en muchas otras salas del país.

La repercusión del monologuista ha ido creciendo gracias a las redes sociales y a sus intervenciones televisivas, colofón de las cuales ha sido el especial de Nochebuena de TVE el pasado diciembre.

Imagen

En su tercer espectáculo, Jiménez afronta el reto de hollar un terreno humorístico bien trillado, como es el de las relaciones de pareja. No hay humorista que se precie que no haya ofrecido su versión de la guerra de los sexos. Particularmente difícil es entrar en ese ámbito humorístico cuando hay tantos buenos monólogos que han elevado el listón, entre los que destaca «El cavernícola» interpretado por Nancho Novo y que lleva más de cinco años llenando el teatro Fígaro en Madrid.

¿Cómo logra Goyo Jiménez superar con nota este desafío? Siendo fiel a su estilo ácido y provocador. Si usted no está en un buen momento con su pareja, quizá no sea buena idea ir con él o ella a ver este espectáculo, pues Jiménez no deja títere con cabeza. Reparte a diestro y siniestro, a hombres y mujeres, grupos de amigos, de amigas, familiares, pautas sociales y culturales y por repartir, hasta ridiculiza a su público y a sí mismo. Jiménez es de los pocos y necesarios humoristas que hace reír lanzando verdades como puños. Sus sketchs son dardos contra muchas de las verdades establecidas como inmutables, mostrando con humor que encierran facetas aberrantes. Jiménez utiliza sus críticas humorísticas para volverlas contra el espectador y la sociedad de la que éste (y el propio humorista) provienen. Por ejemplo, sus aceradas críticas contra «los americanos», siempre tenían el reverso de la comparación con los españoles, y pocas veces salíamos bien parados. Aunque en su tercer espectáculo hay menos crítica social que en los anteriores, el humorista no logra resistirse a parodiar algunos de los estereotipos que nos conforman como sociedad, todo ello en un alarde de originalidad que hace que las casi dos horas de monólogo se pasen enseguida.

A día de hoy, hay pocas opciones de ocio en Madrid que rayen a la gran altura de la que durante unas semanas ofrecerá Goyo Jiménez. Si tienen la suerte de que aún quedan entradas, no duden en adquirirlas y prepárense a tener agujetas abdominales el día siguiente.

Publicado en Autores, Comentarios, Crítica, Reseñas, Teatro | Etiquetado , , , , , , , , , , , , | Deja un comentario